La semana pasada Oleksii Kyrychenko tomó esta increÃle foto de su hija de tan solo 9 años y la posteó en su cuenta Facebook bajo el tÃtulo 'Girl with a candy' (niña con un caramelo). Al poco de hacerse viral, Donald Tusk, ex primer ministro de Polonia y anterior presidente del Consejo Europeo no dudó en compartirla en su cuenta de Twitter.
La fuerza de la foto no admite discusión. Uno ve a una niña con una escopeta y su chupachups en la boca, sentada al pie de una ventana protegiendo a su paÃs, del que cada vez va quedando menos. Los muros de la pared, severamente castigados por agujeros de proyectil y otros impactos de metralla, activan nuestro instinto protector más arraigado, arrancándonos en silencio el clásico aviso con voz de abuela que todos hemos escuchado: «¡Bájate de ahà que te vas a hacer daño!». A la niña, sin embargo, no la invita a subirse su imprudencia o su rebeldÃa. Lo hace otro instinto más gutural y menos adquirido teniendo en cuenta su corta edad. Ese que, respondiendo a nuestros pensamientos proteccionistas nos contesta: «Me subo aunque me haga daño, porque al bajarme permito que otros me lo sigan haciendo». Lema de toda mujer hoy dÃa.
Uno no tarda en imaginarla usando la tablet de sus padres para jugar a peinar princesas o ver vÃdeos en Yotube antes de que la invasión se iniciara. Antes de que la ocupación Rusa eliminara de un certero morterazo la endeble normalidad en que vivÃa. La estabilidad sobre la que, con imagenes como esta, reflexionamos desde el sofá de nuestra casa con la estufa cerca y nuestros hijos peleando por un muñeco en el salón. No hace falta ser padre o madre para «recordarla» auque no la hayamos conocido personalmente: yendo a la escuela cada mañana, jugando en el recreo con sus amigos, acudiendo a fiestas de cumpleaños con tartas y refrescos. Tenemos la capacidad de recordar a niños que no conocimos porque todos nos conectan al que un dÃa fuimos. No existe en el universo un puente más fiable y honesto que la compañÃa de uno de ellos para regresar a nuestra infancia. Esa tablet con la que solÃa jugar debe hacer semanas que no encuentra un enchufe donde cargarse; ahora es más importante tener munición y tener cargado el rifle; los pasteles de varios pisos han sido sustituidos por comida enlatada que saquean de supermercados destruÃdos; el agua corriente con que antes podÃa darse duchas calientes y regulares es ahora un lujo en el que no reparaba cuando hace un mes, a grifo abierto, dejaba caer litros tras oÃr a su madre recordarle aquello de: «¡Lávate los dientes y a la cama!».
Miro a la hija de Oleksii Kyrychenko y no puedo dejar de preguntarme si este mundo serÃa el mismo si estuviera dominado por mujeres: Primeras Cancilleres, Primeras Ministras, Presidentas de naciones enteras... Para intentar responder a la pregunta echo mano de la hemeroteca y me sorprende la respuesta de la historia, pues me encuentro con que desde Isabel I de Inglaterra hasta Isabel I de Castilla, la mayorÃa de los gobernantes más memorables de toda Europa en los últimos 500 años han sido mujeres.
La famosa emperatriz rusa, Catalina II (la Grande), usurpó el trono a su marido, Pedro III, y dirigió brutales guerras con el Janato de Crimea y el Imperio Otomano durante todo su reinado. Reprimió con dureza algunas revueltas campesinas y aplastó a Polonia, que terminó siendo dividida. Isabel de Rusia, por otro lado, usurpó el trono a través de un golpe militar al joven zar Iván VI (que sólo tenÃa un año de edad) y mandó a su paÃs a dos grandes guerras europeas: la Guerra de Sucesión Austriaca y la Guerra de los Siete Años. Isabel (La Loba) de Francia, reina de Inglaterra, destronó y ejecutó a su propio marido, el rey Eduardo II, en estrecha colaboración con su amante. Catalina de Médicis está considerada como una de las principales organizadoras de la masacre del dÃa de San Bartolomé; también fue una de las inspiradoras de las Guerras de Religión en Francia. Isabel I de Castilla impulsó el ascenso de España como primera superpotencia mundial en 1476, llevando al paÃs a dominar Europa durante más de un siglo.
Podemos añadir a MarÃa Tudor, la reina sangrienta (Bloody Mary) que persiguió a los protestantes ingleses y condenó a la hoguera a 273 personas durante su reinstauración del catolicismo. O a Búdica, la reina celta de la tribu de los icenos de la actual Anglia Oriental, que lideró una revuelta contra Roma en el año 60/61 de la era cristiana, asà como un sin fin de otras mujeres que, junto a todas estas, fueron en su época hasta un 27% más propensas a participar en una guerra que los hombres. Ya fuera porque decidieran entrar en conflicto por que sÃ, o para defenderse de los ataques de otros reyes o imperios.
Quizá los tiempos de la vieja Europa y su barbárie femenina sean ya cosa del pasado. Lo cierto es que hay pocos ejemplos —sino ninguno— de mujeres en el siglo XX que hayan sido tan viles al mando de un ejército como lo fue Adolf Hitler o está siendo VladÃmir Putin. A esto es a lo que me referÃa al iniciar la comparación. Quizá un mundo dominado por mujeres como la hija de Oleksii, con su fusil entre los brazos y su piruleta en la boca sea un lugar más seguro. Un sitio donde los egos de los hombres queden relagados a un segundo plano y donde invadir un paÃs no responda tan solo a un delirio de grandeza.
En toda historia hay un mensaje y un final. Y este puede que sea no solo suficiente, sino a la vez descorazonador. Al ser preguntado por los detalles de la foto, el padre de la niña se sinceró: «El rifle era mÃo y estaba descargado. Se lo entregué para poder hacer la foto y llamar la atención del mundo sobre la agresión de Rusia a Ucrania».
Una imagen vale más que mil palabras.